Aquí nos encontramos con uno de los
grandes prototipos de la ciencia ficción cinematográfica y que ha
servido de base para infinidad de films y series de este ámbito.
Un trabajo excepcional de su director
Roy Ward Baker, con una ambientación y unos efectos dignos de la
época pero a la par curiosos e inspiradores. El guion tiene una
fuerza increíble y no hace más que dar giros inesperados.
Realizando los trabajos para la
construcción de una nueva linea de metro encuentran lo que parecen
unos cráneos de unos seres antropomorfos. Deciden parar las obras y
llamar a un equipo de investigadores del museo. Al proseguir las
excavaciones se encuentran con algo de aspecto metálico, pero que
suponen que lleva más de 5 millones de años enterrado allí.
Deciden llamar al ejercito porque fue una zona de bombardeos durante
la segunda guerra mundial, y estos piensan que se trata de algún
artefacto o bomba lanzada por los nazis. Todo esto se vuelve más
confuso debido a que el metal es de una aleación desconocida,
responde a estímulos y las historias sobre demonios de la gente que
residía en el barrio se hacen cada vez más sonadas.
Las actuaciones no dejan de estar a un
nivel muy alto debido al gran guion que hace que la historia tenga
mucho peso, a destacar los protagonistas el Profesor Quatermass
(Andrew Keir), el Profesor Roney (James Donald) y la ayudante Barbara
Jud (Barbara Shelley). Mención aparte también para el Coronel Bree
(Julian Glover) y su conspiranoya nazi.
Todo amante de la scifi debería tener
esta película en un altar, un film que se puede ver en familia y
disfrutar de ese cine clásico al que nos tenia acostumbrada la
productora británica Hammer, un autentico mito.
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