El joven Leigh Janiak nos trae su
estreno cinematográfico en esta interesante cinta en donde pone a
prueba la paciencia del espectador en el primer tercio de cinta. Y es
que el momento pareja feliz, arrumacos y tonterías varias acaban
minando las ganas de querer acabarla (a pesar del trabajo que hay
detrás de ella). La fotografía es excelente, la ambientación muy
cuidada, los efectos (escasos, tanto en cantidad como en calidad)
acompañan bien la sobriedad de la cinta y la pareja protagonista
(Harry Treadaway y Rose Leslie) desprenden una química increíble
(haciéndote creer verdaderamente su historia). Cosa que no quita la
pesadez de la situación que nos podría quedar clara en menos
minutos.

El tercer tramo, el desenlace, es lo
mejor del film. Con el descubrimiento final del “problema”
y la posible intención de solucionarlo. Que hace terminar con una
gran conclusión salvada también de nuevo por los protagonistas, que
vuelven a tener la fuerza del principio. Reforzando la teoría de que
dos buenos actores pueden salvar las carencias de un guión que con
otros menos doctos acabaría en un producto nada valido.

Paul (Harry Treadaway) y Bea (Rose
Leslie) son una pareja de recién casados con pocos recursos. Al no
tener mucho dinero deciden ir a la casa de campo de la familia de Bea
cerca de un lago a pasar su luna de miel. Entre muestras infinitas de
cariño y desayunos se suceden los días. Pero una noche Paul se
despierta y Bea no esta. Al buscarla la encuentra desorientada y
desnuda en medio del bosque. Ella no quiere darle hierro al asunto,
pero algo extraño a pasado y el no se explica el porque no puede
hablar del tema. Luces nocturnas y la aparición de un ex novio de
ella hacen entrar a Paul en un círculo de paranoia e incredulidad
ante las escusas de Bea que cada vez son más extrañas así tanto
como su forma de ser, estar y comportarse.
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